Ocasiones perdidas (por Manuel de la Hera Pacheco)
Ocasiones perdidas
Uno va por el mundo - bueno, por la parte que a cada cual le toca - queriendo que todo le salga bien. Es natural que así sea y no lo contrario, aunque a veces la realidad nos hace ver la cantidad de tropiezos y pasos en falso que se dan. Hay infinidad de ocasiones en las que se pudo lograr una satisfacción pero algo se metió por medio y se deshizo el encanto. ¿Quién le iba a decir a mis amigos de Aragón que acabaría en empate el partido que el Zaragoza jugaba, en casa, con el Madrid?. Lo tenían ganado - no había más que ver la cara de los seguidores del equipo madrileño - pero en el último minuto el balón acabó dentro de la portería del Zaragoza. Fue de echarse a llorar para quienes habían perdido la ocasión de ganar. Y peor aún para el FC Barcelona que perdió la ocasión - también en el último minuto - de colocarse en el primer puesto de la clasificación. ¡Cómo duelen las ocasiones perdidas!.
Por lo menos hay que considerar que siempre se aprende cuando se pierde la ocasión de lograr algo bueno. Quizá hubo un exceso de confianza, cansancio o cualquier otra cosa negativa que, unido al afán del contrario por lograr un resultado favorable, dieron pie a que el éxito se les escapara. Seguro que en la próxima ocasión no me ocurrirá lo mismo, dice uno, pero conviene ejercitarse en las disciplinas que corresponda - materiales y espirituales - para fortalecerse y acudir con ánimo a ese campo de pruebas que para cada persona es el ir por el mundo. Ahí es donde hay que demostrar lo que realmente vale cada cual, tanto si pierde cómo si gana o hay equilibrio, un resultado medio que señala, cuando menos, que se ha intentado vencer pero que la valía de lo que se nos oponía era tan importante como la propia.
El domingo último vimos - por TV claro - la final de Roland Garros disputada por dos tenistas extraordinarios: Nadal y Federer. Venció, con tesón y brillantez, nuestro compatriota, pero Federer también luchó, con fuerza y arte, disputando ese triunfo. Fue una magnífica muestra - completamente abierta a todo el mundo - de lo que dos personas, desde campos contrarios, argumentaron a lo largo de mucho tiempo para hacerse con el trofeo de tan importante torneo. Y terminaron tan amigos y dedicándose sinceros halagos uno al otro. Fue un ejemplo para todo el mundo, tanto por su intenso y excelente trabajo, como por la delicadeza de sus expresiones de respeto y admiración. No perdieron la ocasión y mostraron cómo han de comportarse, en todo momento, quienes compiten por lograr el mejor triunfo.
No conozco, en el momento que escribo, cómo se ha desarrollado la entrevista, en Moncloa, de los señores Rodríguez Zapatero y Rajoy. Creo que produciría una gran satisfacción general que hubiera sido como lo fue el encuentro entre Nadal y Federer.
Con limpieza y a la vista de árbitros imparciales. Con entrega a los verdaderos intereses de España y con firmeza en sus exposiciones, sin menoscabo de la delicadeza en el trato. ¡Que no sea una ocasión perdida!.
Manuel de la Hera Pacheco.- 11.Junio.2007
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